lunes, 10 de octubre de 2011

El halcón y el águila (leyenda Sioux)

La fuente

Resulta que una de mis hijas tiene que estudiar cosas sobre los indios norteamericanos, y traen preguntas a casa para que busquemos información y podamos contestar a esas preguntas. De modo que, buscando información sobre los indios, he encontrado en internet esta bonita historia, que no conocía. Es una leyenda Sioux.

La historia


Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux, que una vez llegaron hasta la tienda del consejero de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Azul, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu....

-Nos amamos...- empezó el joven

-Y nos vamos a casar...- dijo ella.

-Y nos queremos tanto que tenemos miedo, queremos un hechizo, un conjuro, o un talismán, algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos, que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar la muerte.

-Por favor- repitieron - ¿hay algo que podamos hacer?

El viejo los miró y se emocionó al verlos tan jóvenes, tan enamorados y tan anhelantes esperando su palabra. -Hay algo -dijo el viejo- pero no sé...es una tarea muy difícil y sacrificada.


-Nube Azul -dijo el brujo- ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte, si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de luna llena ¿comprendiste?

-Y tú, Toro Bravo -siguió el brujo- deberás escalar la montaña del trueno, cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas, y solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Azul. Salgan ahora!

Los jóvenes se abrazaron con ternura y luego partieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte y él hacia el sur.

El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con las bolsas que contenían las aves solicitadas. El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas, eran verdaderamente hermosos ejemplares...

-Y ahora qué haremos...-preguntó el joven- ¿los mataremos y beberemos el honor de su sangre?

-No - dijo el viejo.

-¿Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne?- propuso la joven.

-No -repitió el viejo. -Harán lo que les digo: tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero, cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.

El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros, el águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse por el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.

Este es el conjuro:

Jamás olviden lo que han visto, son ustedes como un águila y un halcón, si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse el uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure

"Vuelen juntos...pero jamás atados".

domingo, 9 de octubre de 2011

El otro zapato

La fuente

Leí esta historia en el suplemento dominical del ABC (que lo regalan con un diario local de Mallorca, aclaro, no vaya nadie a pensar que aquí somos compradores habituales del ABC). En realidad, venían varias historias, pero yo sólo me acuerdo de esta, pues me pareció, una vez más, una enseñanza fabulosa. No recuerdo a quien se atribuye, si a Gandhi, o al Dalai Lama, en todo caso da igual el personaje, lo que importa es la enseñanza que se extrae de esta historia. Además, la recuerdo de memoria, es decir, igual tenéis por ahí versiones mejor documentadas; como ya tiré la revista, me guío por mi memoria, que posiblemente me juegue malas pasadas. Es una historia muy corta, pero muy llena de sabiduría.

La historia

Iba Gandhi junto con un amigo a tomar un tren. Como no tenían dinero, trataban de subirse en marcha a un tren de mercancías, cuando éste estaba arrancando. Vieron el tren arrancar, así que empezaron a correr hacia él, para poder subirse con un saltito. Durante el saltito, a Gandhi se le cayó uno de sus zapatos. El tren ya iba demasiado rápido como para bajarse, coger el zapato y volverse a subir. Gandhi tiró el otro zapato.


El amigo, sorprendido, le preguntó: 
-¿Por qué has hecho eso?
A lo que Gandhi respondió:
-A mí, este zapato suelto no me sirve de nada, en cuanto lleguemos a destino tendré que hacerme con otro par. A la persona que encuentre el zapato que se me cayó, ese zapato suelto no le servirá de nada. Así, al menos, alguien se encontrará con un par de zapatos, y le serán de utilidad...

Comentario

Diría que la moraleja es que no guardemos tantas cosas de esas que en realidad nunca nos van a servir de nada. Que no tengamos miedo a dar. Que hay cosas que a nosotros no nos sirven pero a alguien sí. Y también que seamos generosos: En este caso, aunque inicialmente no había intención de dar, el destino giró la tortilla de forma que, sólo dando, los zapatos tenían utilidad real. Si el destino decide que nos quita un zapato, aprendamos a dar también el otro.

jueves, 6 de octubre de 2011

Los amigos no son sólo en los buenos momentos

La fuente

He encontrado esta historia en el blog Criando amando, y enseguida me ha encandilado, y me la he querido copiar aquí.

La historia

Un niño le pregunta a su madre:
 - Mamá, ¿puedo ir al hospital a ver a un amigo? ¡Él está enfermo!
- Claro, pero ¿qué tiene?

El hijo, con la cabeza gacha, dice:
- Un tumor en el cerebro.

 La madre, furiosa, dice:
¿Y quieres ir allá para qué: para verlo morir?
El niño se aleja y desaparece.
Horas más tarde, vuelve rojo de tanto llorar, diciendo:
- ¡Oh madre, fue tan horrible, el murio delante de mí!

La madre, molesta: - ¿Y ahora? ¿Estás feliz? ¿Era digno de ver esa escena?
Una última lagrima cae de los ojos del niño y acompañada de una sonrisa, dice:
-¡ Mucho! llegue a tiempo para verlo sonreir y decir: Yo sabia que vendrias..

Comentario

Aunque iba a decir que sobran las palabras, en realidad necesito decir que estoy plenamente de acuerdo con esta enseñanza. Para el que se queda es duro y difícil, y sería más fácil mirar hacia otro lado. Pero para el que se va, ¿qué recuerdo queremos dejarle? ¿Que se sienta rodeado por sus seres queridos, o sólo mirando el techo y las paredes blancas de un frío hospital, mientras una maquinita hace "pi, pi, pi"? Creo que ante situaciones así, debemos ser fuertes y estar junto a nuestros amigos. Si tenemos que llorar, tiempo tendremos de hacerlo, nadie nos lo impedirá. Pero siempre recordaremos que estuvimos donde teníamos que estar.