lunes, 20 de diciembre de 2010

El niño y la colcha

La fuente

Esta historia me llegó por internet. Es de esos típicos mensajes que te llegan a través de amigos, por lo que desconozco su verdadera fuente.

La historia

Debemos situarnos en un país de gran pobreza donde los adultos deben trabajar muchísimas horas para ganar cuatro euros mal pagados.

En el colegio, un día, el profesor decidió hablar de la comunicación con sus alumnos. Por ello, les preguntó cómo era la comunicación con su padre (no con su madre). Uno a uno fueron contestando:

Uno contaba que todas las noches, charlaba un ratito con su padre. Otro, que su padre venía muy cansado de trabajar y no encontraba muchos momentos para hablar con él. Otro que su padre tenía la desgracia de no tener trabajo y que tenía tiempo para él, pero que como su padre se sentía desgraciado, las conversaciones no valían la pena... Y así todos fueron contando su experiencia, unos buena, otros mala.

Cuando le tocó al último, contó un relato lleno de esperanza: Su padre trabajaba muchas horas para mantenerlos a todos. Tantas horas hacía, que se iba de casa cuando él aún no se había levantado, y regresaba cuando él ya dormía. De modo que era muy difícil verse. Pero ese padre un día le había dicho a su hijo:

Todas las noches, cuando yo llegue a casa, subiré a verte a la habitación, te arroparé, te daré un besito de buenas noches, y doblaré una esquina de la colcha. Así, tú, por la mañana, cuando veas la esquinita doblada, sabrás que yo he estado aquí.

Y el niño contaba, entusiasmado, cómo cada mañana, al despertarse, lo primero que hacía era mirar la esquinita de la colcha, a ver si estaba doblada. Y cuando veía que era así, se sentía muy reconfortado y feliz, sabiendo que su padre había estado allí por la noche.

El profesor se quedó realmente maravillado de cómo ese padre había encontrado la manera de comunicarse con su hijo a pesar de lo difícil de la situación.



Comentario

Querer es poder.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Los 2 labriegos y el buey

La fuente

Esta historia la leí en un libro del cole, de Catalán. Por desgracia tiramos el libro, y digo por desgracia porque ahora, cuando lo recuerdo, sé que era muy interesante: En cada tema traía, entre otras cosas, una historia y una partitura de alguna canción, que aprovechábamos para practicar con la flauta. El libro era grande, de unos 2 palmos de alto por uno de ancho. Siento no poder ser más explícita, pero es lo que pasa cuando cometes el "crimen" de tirar un libro, que luego tienes que tirar de la memoria.

La historia

En un pueblo donde se trabajaba en el campo, vivían 2 hombres, Pedro y Pablo, cada uno de los cuales tenía tierras donde cultivaban cereales, y un buey para labrarlas.

Un año, cuando llegó el tiempo de la labranza, Pedro tuvo tan mala suerte que se le murió el buey antes de empezar a labrar. No sabía qué hacer, pues necesitaba trabajar sus tierras para mantener a su familia. Decidió pedir ayuda a su vecino Pablo: Le pidió que le dejase prestado el buey para poder labrar las tierras. Pablo se lo dejó con una condición: Pedro primero labraría las tierras de Pablo con el buey, y luego labraría sus propias tierras. Así, el pago por el "alquiler" del buey quedaba formalizado en especias (trabajo). A Pedro le pareció un trato justo..

Así que, ni corto ni perezoso, empezó a trabajar en las tierras de Pablo. Pasaron unos días, y cuando las tierras de Pablo estaban labradas y sembradas, el buey, exhausto, falleció. De modo que Pedro se volvió a quedar sin buey para trabajar sus tierras.

Pedro y Pablo empezaron a discutir: Pedro decía que la cosecha le pertenecía a él, pues él era el que había hecho todo el trabajo. Pablo decía que como las tierras eran suyas, la cosecha era suya. Como no se ponían de acuerdo, acudieron al juez. Este estudió el caso en detenimiento, escuchó a ambas partes, y se retiró a deliverar unos días.

Al cabo de una semana, el juez llamó a Pedro y a Pablo:

Ya he tomado una decisión, les dijo. Ambos escuchaban expectantes.

Pedro: Recoge la cosecha de las tierras de Pablo. Separa la parte que equivale al precio de un buey en el mercado, y se lo entregas a Pablo. Además, para compensarle, le comprarás un buey nuevo. Con el resto, da de comer a tu familia y véndelo como te plazca.

Pablo protestó, argumentando que la tierra y el buey eran suyos, y que por tanto las cosechas eran suyas. Pero el juez le explicó:

Pedro ha trabajado las tierras. Su trabajo vale algo. Si él no lo hubiera hecho, tú ahora no tendrías nada sembrado. Además, ha hecho el trabajo con un buey que le pertenece, ya que te lo va a pagar. El ha hecho todo el trabajo con un buey que es suyo, por tanto las cosechas son suyas.

Y así quedó solucionado el asunto.

Comentario

Desde luego, muestra algo bastante utópico pero deseable: Que las tierras son del que las trabaja. En realidad, ni siquiera es eso lo que dice, sino algo más importante: No dice de quién son las tierras, sino sólo de quién son los frutos. La tierra está ahí, pero si tú la trabajas, tú te quedas con los frutos de ese trabajo. Una verdad que otras culturas más antiguas y "atrasadas" supieron entender, pero que por desgracia, hoy nos parece totalmente utópico e imposible de lograr.

domingo, 12 de diciembre de 2010

El burro que cayó al pozo

La fuente

He extraído este cuento del este blog.

La historia

Había una vez un granjero que tenía un burro llamado Perico. Este burro era de los más fuertes e inteligenes que tenía, y por ello era el burro a quien más preciaba.

Un día, desafortunadamente, el burro cayó a un pozo que el granjero y su mujer habían construido no hacía mucho tiempo.

Tras pensar un buen rato cómo podría sacar al burro del pozo, ni su mujer ni el granjero dieron con la solución. Así pues, pensaron que lo mejor que podían hacer era enterrarlo y darle una muerte rápida, para que no sufriese.

 

De este modo, tanto la mujer como el granjero comenzaron a echar arena en el pozo, y con el burro en su interior.

Tras un buen rato echando tierra, la pareja de granjeros se sorprendieron al ver cómo, por cada montón de arena que echaban sobre el burro, el animal se sacudía la tierra y avanzaba hacia arriba.

Contemplando la escena con escepticismo, tanto la mujer como el hombre comenzaron a echar arena sobre el asno con mayor fuerza y velocidad... pero esta vez no con pena, sino con la alegría de saber que habían logrado, por casualidad, hallar la forma de hacer salir al burro del interior del pozo.

Y, efectivamente, así ocurrió: Perico continuó hasta el último momento, hasta que salió del pozo, sacudiéndose la tierra y avanzando un paso hacia arriba, dejando bajo sus fuertes patas toda la arena que la pareja de granjeros había echado sobre él.

Comentario

En numerosas ocasiones, la vida nos pone obstáculos y "nos tira arena encima". Pero no debemos quedarnos quietos, preocupados por el problema. Hay que moverse, "dar un paso hacia arriba", aprender... y salir del pozo. Y es que, a veces, nuestro enemigo no son los demás... sino nosotros mismos. A mí esta escena me recuerda a la canción de Mecano "Mujer contra mujer" cuando dice "Que con mis piedras hacen ellas su pared".