La fuente
La leí por internet.
La historia
Había una familia formada por un hombre, una mujer, el hijo pequeño de ambos, y el padre de uno de ellos.
A la hora de comer, el abuelo sorbía la sopa y hacía ruido, cosa que molestaba a los jóvenes. Un día, el ruido fue excesivo, así que decidieron que eso no podía ser, no podía comer en la mesa con todos, porque además daba muy mal ejemplo al niño.
Le pidieron amablemente que se escondiera detrás del sofá y en el suelo comiera. El abuelo obedeció.
A partir de ese día, el abuelo siempre comía en su rincón para no molestar a los demás y no dar mal ejemplo al niño.
Un día, el abuelo, sin querer, tropezó, y se le cayó el cuenco de sopa, con tan mala suerte que se rompió.
Los jóvenes le reprendieron furiosos:
¡Tienes que ir con más cuidado! ¡Mira qué estropicio ahora!
Como el padre tenía trozos de madera y herramientas en el garage, porque le gustaba el bricolaje, decidió irse para allá. Hizo algo de ruido, ¡pim! ¡pam! ¡pum! Y al cabo de poco rato apareció con un cuenco de madera y se lo dio al abuelo.
El niño preguntó: Papá.
¿Por qué le has dado un cuenco de madera al abuelo, si nosotros comemos en platos de cristal?
El padre respondió:
Así, si se le cae, al menos no se romperá, y tu madre y yo no tendremos que estar limpiando todo el estropicio.
El niño, sin mediar palabra, se levantó y fue al garage. El padre le siguió con curiosidad. Cuando el niño cogió un trozo de madera y empezó a ver cómo darle forma, el padre le preguntó:
Hijo, ¿qué estás haciendo?
A lo que el niño respondió:
Voy a ir preparando 2 cuencos de madera, para cuando mamá y tú seáis viejos, os tiemble la mano y no seáis capaces ni de sujetar el plato, para yo no tener que limpiar vuestro estropicio.
Entonces, el padre y la madre se avergonzaron y se dieron cuenta de lo que habían hecho. Le pidieron perdón al abuelo, le trajeron de vuelta a la mesa y le pusieron un plato normal como a los demás.