martes, 8 de marzo de 2011

Maestro, ¿qué es el amor?

La fuente

He extraído esta historia del blog Mejoremos la educación. Mejoremos nuestro futuro.

La historia

Un buen día un niño de la clase de Educación Primaria hizo la siguiente pregunta a su profesor:

-Maestro, ¿qué es el amor?

El maestro, para responder a dicha pregunta, pidió a sus alumnos y alumnas que, a la hora del recreo, trajesen cosas que despertasen en ellos/as el sentimiento del amor. Cuando finalizó el recreo, el maestro dijo:

-Venga, chicos y chicas, enseñadme lo que habéis traído.

A esto, un alumno exclamó:

-Yo he traído esta flor. ¿A que es preciosa?

A continuación, otro alumno dijo:

-Yo he cogido un pajarito que he encontrado en un nido.
-¡Y yo una mariposa! -se apresuró a comentar una niña al fondo de la clase.

Y de este modo, los chicos y las chicas fueron mostrando al maestro y a sus compañeros y compañeras lo que habían recogido en el patio.

Cuando terminaron, el maestro advirtió que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido en silencio mientras sus compañeros hablaban. Se sentía avergonzada por no tener nada que enseñar.

Extrañado, el maestro le preguntó:

-¿Y tú, Estrella, no has encontrado nada que despierte en ti el sentimiento del amor?

La criatura, tímidamente, respondió:

-Lo siento, profesor, pero es que vi una flor pero preferí dejarla sin arrancar para que creciese más tiempo. Vi también mariposas suaves y muy coloridas, pero me pareció cruel encerrarlas en un frasco y quitarles la libertad. También estuve apunto de coger el pajarito, pero le vi junto a su madre y su padre, y me dio pena cogerlo... Así que traigo conmigo el perfume de la flor y la libertad de las mariposas y del pajarito. ¿Cómo puedo enseñaros eso?

 El maestro le dio las gracias a la alumna y, emocionado, le dijo que había sido la única en advertir que lo que amamos no es un trofeo que se posee, y que cuando se ama algo o a alguien, no hay gesto más bello que dejarlo libre. El amor no es algo que se tiene. El amor es algo que se siente. El amor es algo que se vive.
 
 
 

martes, 1 de marzo de 2011

La bolsa de galletas

La fuente

Este cuento también está extraído del blog La página de La chica de las flores.

La historia

A una estación de trenes llega, una tarde, una señora muy elegante. En la ventanilla le informan que el tren está retrasado y que tardará aproximadamente una hora en llegar a la estación. Un poco fastidiada, la señora va al puesto de periódicos y compra una revista, luego pasa por una tienda y compra un paquete de galletitas y una lata de refresco.
Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del andén. Mientras hojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a leer un periódico. Imprevistamente la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo el muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y después de sacar una comienza a comérsela despreocupadamente.
La mujer está indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a hacer de cuenta que nada ha pasado; así que, con gesto ampuloso, toma el paquete y saca una galletita que exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente.
Por toda respuesta, el joven sonríe... y toma otra galletita.
La señora gime un poco, toma una nueva galletita y, con ostensibles señales de fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido.
Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo la última galletita. “No podrá ser tan caradura”, piensa, y se queda como congelada mirando alternativamente al joven y a las galletitas.
Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la última galletita y, con mucha suavidad, la corta exactamente por la mitad. Con su sonrisa más amorosa le ofrece media a la señora.
¡Gracias! —dice la mujer tomando con rudeza la media galletita.
De nada —contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad.
El tren llega.
Furiosa, la señora se levanta con sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: “Insolente”.
Siente la boca reseca de ira.
Abre la cartera para sacar la lata de refresco y se sorprende al encontrar su paquete de galletitas... ¡intacto!.




Comentario

Es que ha sido leerla y me ha encantado. Diría que refleja esa rapidez que tenemos en etiquetar a la gente, siempre de mala manera, por supuesto, por un simple gesto. Y llamamos a mucha gente egoísta, mala madre, mal padre, capullo, y... bueno, no sigo, cada cual que imagine; y no nos damos cuenta de que más nos valdría estar calladitos, pensar, escuchar y observar más, porque luego nos pasan estas cosas, que la cagamos por querer ir de listos por la vida.